COLABORADORES | Cerrar Sesión


DEFINICIÓN Y DESCRIPCIÓN DE VALORES



Solidaridad


Solidaridad: Juntos es mejor

Definición: Adhesión o asociación a la causa o la empresa de otros (RAE).

Lema: Juntos es mejor.

El lema indica la ventaja de vivir la solidaridad, ya que tú necesitas de los demás, y los demás necesitan de ti. Para vivir, para satisfacer las necesidades más básicas, se necesita de otros. Además, cuatro ojos ven más que dos, seis manos pueden más que dos, diez cabezas piensan más que una: juntos es mejor para resolver todas las cosas. Para desarrollar a la persona, la familia, la ciudad, el país se requiere el trabajo de todos, y no que cada quien sólo piense en sí mismo, o en aprovecharse del trabajo de los demás. Son capaces de vivir la solidaridad aquellas personas que han logrado el autocontrol a través del orden, la disciplina, la moderación y el respeto.

La solidaridad como Hábito:

Se puede decir que lo asombroso del ser humano es que puede ser capaz de lo mejor y de lo peor. Todo comienza con esas decisiones pequeñas que se toman en la vida: dejar ordenada la ropa o dejarla tirada, poner atención en clase o jugar, ayudar a un hermano en un pequeño favor o no hacerlo, colaborar en un equipo sólo por interés, o realmente para ayudar... Las decisiones que se toman, así como las elecciones que se hacen, determinan quiénes somos ahora y en el futuro.

Cada obra deja una marca en la persona, y si la hace constantemente, se va convirtiendo en una huella cada vez más profunda, hasta convertirse en un hábito arraigado: hábito bueno si la acción y la intención son buenas, o hábito malo si la acción es incorrecta. Para que la acción buena y realmente me haga mejor, se requiere que la intención al hacerla también sea buena, por ejemplo, si dos estudiantes sacan buenas calificaciones, uno lo hace porque quiere ser un buen profesionista para luego ayudar a los demás, y otro sólo para ser admirado, en este segundo caso la acción buena, pero con la intención equivocada, corrompe a esa persona porque se hace soberbia.

De ahí la importancia de cada acción: yo decido si aquella dificultad me hunde o la supero; yo decido si me dejo llevar por lo fácil o lo mejor; yo decido si veo la realidad negativamente o con optimismo; yo decido si trabajo en equipo o solo, etc. Obviamente esta decisión no es sólo blanco o negro, tiene tonalidades, que se acercan a uno o al otro extremo, y de eso dependerá la mayor perfección y fuerza en la adquisición del hábito. Hay que acertar, es necesario decidir éticamente bien si se quiere llegar a ser mejor, a ser feliz, adquiriendo así los hábitos buenos en lugar de los vicios. Lo bueno o lo malo en mí no depende de cómo lo perciban los demás, si les gusta o no les gusta, si es tomado en cuenta o no: la obra buena ahí está y enriquece al que la realizó, o la obra mala corrompe al que la lleva a cabo. Los hábitos buenos quedan acreditados por sus propias obras, aunque nadie los vea. Así como la obra mala corrompe, aunque pase desapercibida.

El hábito bueno dispone al ser humano a lograr su realización como persona, su trascendencia y su felicidad. Por eso hay que tender cada vez más a actuar correctamente, puesto que éstos pueden crecer día a día y, entre más lejos se llegue, mejor. Por ejemplo, si ya se tiene el orden material, podría mejorar el orden en el horario, o en el seguimiento de pendientes, etc.

La solidaridad es un hábito bueno que se adquiere con base de ir eligiendo servir a los demás, cuando se decide ser generoso, cuando se coopera en los trabajos, siempre con la intención de apoyar, por compasión, por amistad, o por hacer a los demás lo que me gustaría hicieran por mí.

La solidaridad y el Autocontrol:

El ser humano está hecho para vivir en sociedad más que por sí mismo. Esta condición social demuestra que el desarrollo de la persona y el crecimiento de la propia sociedad están mutuamente condicionados. Esto conlleva la colaboración de todos, que cada quien aporte, y la suma de todo esto lleva a una convivencia con justicia, paz y alegría. A todos indigna cuando alguien roba lo que otros han ganado con esfuerzo, cuando se da la corrupción, el abuso, la impunidad, la falta de igualdad de oportunidades, el maltrato, el flojo que no hace nada, en pocas palabras, la falta de solidaridad.

Son capaces de vivir la solidaridad aquellas personas que han logrado el autocontrol a través del orden, la disciplina, la moderación y el respeto. Hay que recordar que la persona tiene una parte animal, pero también una parte racional; y para poder vivir bien como personas, es necesario controlar los impulsos e instintos que, si no dominamos, nos llevan a la ley de la selva, y el poder destructor que esto lleva en la sociedad es tremendo. Cuando el hombre se ama a sí mismo por encima de todo, se destruye a sí mismo y a la sana convivencia, brotando la violencia, la corrupción, el maltrato, el abuso…

La persona se va a realizar en la solidaridad, y no en la ciega búsqueda del propio yo, viviendo el autocontrol: y si se esfuerza en adquirir el orden, la disciplina, la moderación, el respeto es para ser una persona buena, con valores y poder vivir la solidaridad, de manera que se benefician todos, empezando por uno mismo.

El amor es lo más sublime que hay en la persona y lo que la hace más feliz. Es claro que no vemos a nuestros semejantes como cuerpos neutros, sino como personas con una riqueza que captamos mediante los afectos. Se trata, por tanto, de un conocimiento coloreado por sentimientos diversos: aprecio o desprecio, amistad o indiferencia, admiración o envidia… Pero el amor que lleva a la solidaridad, gracias al autocontrol, es capaz de controlar los sentimientos negativos, y ver con otros ojos a las personas, sin ocultar sus deficiencias. Por experiencia sabemos que nada como el amor hace vibrar las fibras más profundas del ser humano, por ejemplo, vemos la relación entre padres e hijos, entre una persona y sus ideales, su patria, la naturaleza… los novios. Junto a la conservación de la propia vida, lo que más necesitamos es amar y ser amados. Sólo sabiéndose amado consigue el ser humano existir en plenitud. Y para poder amar y ser amado es necesario ser dueño de uno mismo a través del autocontrol.



Explicación de la Solidaridad:

Solidaridad es cuando dos o más personas se unen y colaboran mutuamente para conseguir un fin bueno que sea común. El que es solidario se interesa por los demás, pero no se queda en las buenas intenciones, sino que se esmera por ayudarlos de manera efectiva cuando se encuentran en dificultades. La solidaridad, como el valor de la vida en sociedad, nos lleva a ser mejores personas y, además, juntos es mejor.

Podemos experimentar la vida de muchas maneras, desempeñar diversas responsabilidades con mayor o menor éxito, ser líderes, maestros, científicos, empresarios, trabajadores, abuelos, padres o hijos; pero independientemente del papel que desempeñemos, para poder proyectarnos hacia la plenitud, no podemos depender únicamente del esfuerzo individual, ya que la persona se realiza siempre y únicamente en comunidad. De ahí la importancia de fomentar las actitudes solidarias y evitar las antisolidarias, como las que describimos a continuación.

Para disponerse a un verdadero encuentro con el otro, se requiere una mirada amable puesta en él. Una mirada amable permite que no nos detengamos tanto en sus límites, y así podamos tolerarlo y unirnos en un proyecto común, aunque seamos diferentes. El ser amables genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes de integración, construye una trama social firme. Esto no es posible cuando reina un pesimismo que destaca defectos y errores ajenos, quizá para compensar los propios complejos.

Las personas solidarias no se dejan dominar por el rencor, el deprecio hacia las personas, o el deseo de lastimar. No se dejan llevar por los impulsos y evitan agredir, reaccionar bruscamente ante las debilidades o errores de los demás. No tienen lugar para sentir malestar por el bien de los demás, evitando así la envidia. Rechazan la injusticia de que algunos tengan demasiado y otros no tengan nada, tienen deseos de equidad. Evitan el ansia de mostrarse como superiores para impresionar a otros con una actitud pedante y algo agresiva, de aquellos que se sienten superiores a los demás.

Para que haya paz, en la sociedad no puede reinar la lógica del dominio de unos sobre otros, o la competición para ver quién es más inteligente o poderoso, porque esa lógica acaba con la solidaridad. Una persona antisocial cree que los demás existen para satisfacer sus necesidades, y que cuando lo hacen sólo cumplen con su deber. Es lógico que sintamos indignación ante estas actitudes, pero esta violencia interna de irritación no manifiesta que nos coloca a la defensiva ante los demás, como si fueran enemigos molestos que hay que evitar. El no controlarla sólo nos enferma y termina aislándonos. Una cosa es sentir la indignación y otra dejarse llevar por ella, con una clara falta de autocontrol y solidaridad. Y de aquí nace el rencor, que es lo contrario al perdón, fundamental en cualquier sociedad, ya que todos cometemos errores que podemos reconocer y esforzarnos por corregirlos. Si no cultivamos la paciencia, siempre tendremos excusas para responder con ira, y finalmente nos convertiremos en personas que no saben convivir, antisociales, incapaces de postergar los impulsos, entonces la familia y la sociedad se volverán un campo de batalla. Por eso, hay que desterrar la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad.



La persona solidaria se alegra con el bien de los demás y huye de la actitud venenosa del que se alegra cuando ve que se le hace injusticia a alguien. Evita hablar mal de los demás, diciendo cosas positivas, y valora que un hecho desagradable en la relación no es la totalidad de esa relación, entonces comprende con sencillez que todos somos una compleja combinación de luces y sombras, que no pide a los demás lo que no pueden dar. Detesta hacer sufrir a los demás, y más bien intenta beneficiarlos y promoverlos a través del servicio, la generosidad, la amistad, la confianza, la compasión y la cooperación.

Existen dos antivalores o vicios contrarios a la solidaridad:

• Por defecto se da el individualismo: tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás o sin sujetarse a normas generales. La persona que tiene la idea que se desarrolla y es feliz según sus propios deseos, desvirtuando con ellos cualquier vínculo y debilitando cualquier tipo de unión. Va sólo a lo suyo y es indiferente ante las necesidades de los demás.

• Por exceso se da el paternalismo: se dice de manera peyorativa de la persona sobreprotectora, que suple más que ayudar o apoyar, y evita que los demás realmente se desarrollen y crezcan. El paternalista supone que los demás son incapaces y por eso toma decisiones y actúa en su nombre. En ocasiones, por ayudar, descuida sus propias obligaciones, siendo farol de la calle y oscuridad de su casa.



Ponemos algunos ejemplos para que se entienda mejor:

1. La persona solidaria es servicial y acomedida en donde vive y trabaja, y no sólo en momentos de especial urgencia o necesidad, sino que siempre tiene esta actitud generosa de apoyar, “echar la mano”. Saca adelante su trabajo lo mejor que puede, y se presta a cooperar en distintas iniciativas para apoyar a los más desfavorecidos, empezando por los que están a su alrededor. Suele estar alegre e irradia felicidad y paz.

• La persona individualista suele ser indiferente y ni siquiera se da cuenta de las necesidades que hay en su propia casa o lugar de trabajo. Si se le pide algo, reniega; o si lo hace es por conveniencia o porque no le queda de otra. Suele tener envidia de los demás, envidia que le lleva a centrarse en sí mismo, sus planes y proyectos. Sólo saca su trabajo, y luego piensa en cómo pasarla más cómoda y placenteramente, y muchas veces solo. Está cómodo, pero tiene la tristeza interior e insatisfacción, sentimientos propios de los egoístas.

• La persona paternalista resuelve todas las cosas a su manera, sin pedir opinión, y muchas veces sin que se lo pidan. En los grupos quiere mandar y que se haga las cosas a su manera y como ella quiere, y entonces pone todos los medios para que eso salga, sin contar con los demás. Está feliz viendo a todos contentos y que no les falte nada, haciéndolos unos inútiles para la vida. En ocasiones descuida a su familia o el trabajo por prestar ayuda a los demás.

2. La persona solidaria es compasiva y se duele de las necesidades ajenas, pero más que dar pescados, enseña a la gente a pescar, le enseña para que ésta aprenda a salir con su esfuerzo, procura suplir sólo lo necesario y el tiempo oportuno, sin malacostumbrarlos. Es una ayuda que no sustituye al sujeto, sino que lo apoya para que crezca y pueda posteriormente hacerlo por sí mismo. Todo lo hace con amabilidad y buen trato, sin humillar, e involucra a otros en sus planes. Sabe trabar buenas y profundas amistades, con las que coopera en distintos planes y proyectos. Es una persona que genera confianza y da confianza.

• La persona individualista es pesimista y ve todo difícil, con lo que desanima a los demás. No quiere complicarse la vida. Se sienten superiores a los demás, y por lo mismo, no trabajan con cualquiera. Suelen ser clasistas y desprecian a los que tienen poco, o no consideran de su nivel. Se comparan con los demás y les domina la envidia por lo que fácilmente destaca los defectos y errores ajenos. Casi no tiene amistades, y las que tiene son más por interés personal, porque las usa, y cuando ya no le sirven, las olvida. Ni da confianza ni genera confianza.

• La persona paternalista es compasiva y se duele de las necesidades de los demás; da y consigue muchas cosas, pero no enseña ni capacita a los otros, sino que acaba por malacostumbrar a sus beneficiarios que cada día le exigen más. Si no le agradecen o hacen lo que les dice, se molesta y deja de ayudar. No sabe hacer trabajo en equipo, y si hay varias personas, quiere mandarlas sin escucharlas ni tomarlas en cuenta.



Valores relacionados con Solidaridad:

1. Servicio: Favor que se hace a alguien. Obsequiar a alguien o hacer algo en su favor, beneficio o utilidad. Servir es hacer el bien, es casi un sinónimo de solidaridad porque una persona solidaria no se limita al ofrecimiento de ayuda, sino que le implica un compromiso con aquel al que se intenta ayudar. La persona solidaria es servicial, pero no con un sentimiento superficial por los males de tantas personas, más bien con la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien de todos y cada uno.

Para saber más

X CERRAR Servicio:

Favor que se hace a alguien. Aprovechar, valer, ser de utilidad. Obsequiar a alguien o hacer algo en su favor, beneficio o utilidad. Servir es hacer el bien, es casi un sinónimo de solidaridad, porque una persona solidaria no se limita al ofrecimiento de ayuda, sino que le implica un compromiso con aquel al que se intenta ayudar. El sentido más básico de la solidaridad supone que se desarrolla sin distinción, límites o condicionamientos de sexo, raza, nacionalidad, religión ni de afiliación política. La única finalidad de la solidaridad puede apuntar al ser humano en estado de necesidad. El uso del término ha quedado desvirtuado ante el abuso del discurso político y el denominado marketing solidario. La verdadera solidaridad es servir a alguien sin recibir nada a cambio y sin que nadie se entere.

La persona solidaria es servicial, pero no con un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas, sino más bien con la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien de todos y cada uno, para que todos sean verdaderamente responsables de todos. De muchas maneras se ha dicho la siguiente frase: quién no vive para servir, no sirve para vivir. Para llevar a cabo esta solidaridad a través del servicio, es necesario haber conseguido el autocontrol para poder superar la flojera, la falta de ganas, el cansancio, distintos sentimientos que afloran, y seguir sirviendo a pesar de todo.

El modelo capitalista que rige la economía en la que nos movemos empuja a que cada persona busque sobresalir por sus propios méritos. Esto, sin lugar a dudas, tiene aspectos positivos, pues permite que cada quién vaya desarrollando su potencial libremente. Sin embargo, también puede llegar a presentar una cara negativa cuando a las personas lo único que les interesa es subir en la pirámide socioeconómica sin importar que tengan que pisotear a otras personas para lograrlo. Si quienes conviven en la familia o en el trabajo persiguieran sólo sus propios fines, no saldría adelante la familia o la empresa ni los proyectos, y mucho menos si además hay un maltrato, amenazas, burlas y malas maneras que no producen nada bueno ni efectivo. El trato entre las personas debe ser en torno al respeto por su dignidad, siendo igual a la propia, por lo que la forma de tratarse unos a otros como miembros de una familia, colaboradores y jefes debe ser equitativa, tener un puesto más alto al otro no puede dar pie al menosprecio, sino que es mejor para todos servirnos unos a otros: juntos es mejor. Hay dos antivalores del servicio, que son deformaciones de este valor. Por un extremo está la esclavitud, que es una sujeción excesiva por la cual se ve sometida una persona a otra por un trabajo, o es obligada a servir. Y por otro está la inutilidad: la persona que no quiere servir, y si lo hace, acaba haciendo un servicio inútil, que no funciona, más bien acaba complicando más las cosas.

Para que se entiendan mejor, pondremos unos ejemplos:

1. La persona servicial está atenta a lo que hace falta a su alrededor, lo descubre y hace lo que está en sus manos para resolverlo: en su casa echa una mano en la cocina, limpieza de la casa o de la ropa; si asiste a una reunión pasa las charolas, ofrece traer café, cerveza, acercar una silla; en donde trabaja está disponible para echar una mano en lo que se ofrezca.

• Las personas esclavas son aquellas que en pleno siglo XXI son sometidas por la fuerza a servir a otras bajo amenaza, porque son secuestradas para este fin, o porque algunos se aprovechan de sus necesidades para explotarlas. Es el cónyuge que es sometido por el otro casi a esclavitud, o los hijos que son como esclavos de los padres, y los ponen a trabajar para mantenerlos en lugar de mandarlos a la escuela.

• Las personas inútiles no se dan cuenta de las necesidades que hay en su alrededor; no quieren aprender a hacer las cosas y se excusan así de no colaborar; y si colaboran, lo hacen rápido y mal, rompen o descomponen las cosas, tiran los platos o los vasos, y más que ayudar estorban. Cosa distinta, las personas que tienen una incapacidad para poder realizar algún servicio.

2. Las personas serviciales que son empleados a sueldo, con honorarios, pueden tener una actitud servicial; más que empleados son tratados como colaboradores y se esfuerzan por realizar bien su trabajo, no sólo porque les pagan, sino porque saben que están prestando un servicio a la comunidad y a su familia a través de su labor en el lugar de trabajo. Las personas que laboran en un lugar de servicio: clínicas, tiendas, restaurantes, gasolineras, conductores de transporte, etc. se esmeran por prestar un servicio amable y eficiente.

• Las personas esclavas son aquellas empleadas que son explotadas: son aquellas que trabajan muchas horas y se les paga muy mal, o aquellas que están en un trabajo donde son maltratadas, pero siguen ahí porque no pueden conseguir otro.

• Las personas inútiles, que aunque les paguen hacen mal su trabajo o sólo trabajan cuando los ven, pierden mucho el tiempo hablando de los demás o conectados a Internet, no sacan su trabajo adelante, y lo hacen sin afán de servicio, a regañadientes, y se quejan de todo.




2. Generosidad: Es la cualidad de la persona dadivosa, que da gratuitamente. Es la persona abierta y desprendida que obra con magnanimidad y nobleza de ánimo. Se dice también de la persona que da abundantemente, en gran cantidad, sin ser codo, agarrado o pichicato. La mejor manera de cooperar al bien de todos es comenzando por tener una actitud de apertura generosa a las necesidades de quienes están más cerca de nosotros en el día a día.

Para saber más

X CERRAR Generosidad:

Es la cualidad de la persona dadivosa, que da gratuitamente. Es la persona abierta y desprendida que obra con magnanimidad y nobleza de ánimo. Se dice también de la persona que da abundantemente, en gran cantidad, sin ser coda, agarrada o avara. Para vivir este valor se requiere el autocontrol para evitar dejarse llevar de un mal apego a las cosas, de la envidia, del egoísmo, que todos sienten pero al que hay que saber ordenar para actuar de manera generosa.

La sociedad contemporánea promueve el individualismo egoísta, el logro de las metas personales de manera absolutamente autónoma e independiente de los demás. El problema con esto es que cuando las personas optan por esta actitud, se comienzan a interesar sólo por su propio bienestar y por el logro de sus intereses sin tomar en cuenta a los demás, y muchas veces pasando por encima de otros. Cuando se ha optado por una actitud individualista, el ser generoso se vuelve cada vez más difícil. La persona se va encerrando dentro de sí misma, ya no puede ver por el bien de otra ni por el bien de la sociedad el general.

Debemos tener en cuenta que como miembros de una comunidad y de una sociedad, dentro de nuestra familia, empresa, ciudad, país, etc. no podemos sólo actuar en nuestro propio beneficio, sino que tenemos que pensar en el bien de la sociedad en general, en el bien común. Es nuestra responsabilidad cooperar generosamente para que todos tengan una mejor vida y no sólo nosotros, aunque lo más cómodo sea olvidarnos egoístamente de los demás. Recordando que, al vivir en una sociedad, el bien de los demás repercute en cada uno, y el mal de los demás repercute también en mí.

La mejor manera de cooperar al bien de todos es comenzando por tener una actitud de apertura generosa a las necesidades de quienes están más cerca de nosotros en el día a día. Lo que más se desea de una persona es la bondad, el que tenga abundantes valores: muchos halagan el rostro del generoso, y todos son amigos de la persona dadivosa, lo que le hará ser feliz y hacer felices a los demás. De aquí la importancia de sanar el orgullo y cultivar la sencillez, porque son indispensables para poder servir generosamente a los demás de corazón, para no encerrarse en los intereses personales, sino buscar todos, el interés de los demás.

Los valores contrarios a la generosidad son, por una parte, el egoísmo: la persona que tiene un inmoderado y excesivo amor a sí misma, que hace atender desmedidamente al propio interés, sólo piensa en ella, pide todo para ella y nunca piensa en los demás. Y por otra parte está la persona despilfarradora que da de manera desordenada, que desperdicia las cosas, las gasta o las emplea mal, que las tira sin pensar que hay personas que la pueden usar. No sabe cómo aprovechar bien lo que tiene, empezando por su tiempo. Derrocha lo que tiene y lo que no tiene.

Los siguientes ejemplos nos ayudan a entenderlos mejor:

1. La persona generosa se procura lo necesario para poder vivir, comer, descansar, pero para poder seguir trabajando, sirviendo, ayudando en las necesidades de los demás. Es capaz de organizar a la familia o al barrio para conseguir cosas mejores para todos. Hace planes en los que invita a otros para que se sumen al trabajo o la diversión. Si tiene visitas, las atiende muy bien y piensa en lo que les gusta y procura dárselos, aunque no sea fácil ni cómodo.

• La persona egoísta es la que sólo piensa en ella, evita hacer cualquier esfuerzo y es incapaz de servir o ayudar. Son algunos malos padres de familia que tienen a hijos prácticamente abandonados, que no los atienden ni educan, buscan más su diversión, gustos o comodidad. Son las personas que no se preocupan por las necesidades de sus padres, abuelos o gente cercana.

• La persona despilfarradora es aquella a la que se le echan a perder los alimentos porque hizo de más o porque se le echan a perder porque compró excesivamente. Pierde el tiempo por flojera, por desorden, y no le da la vida para atender todas sus obligaciones. Que compra en exceso para ella o los demás: ropa, aparatos, utensilios, pero realmente no los necesitan, y pocas veces los usan y ni sabe en donde guardarlos.

2. La persona generosa procura trazar metas comunes para ser alcanzadas por un equipo de trabajo, y va por delante impulsando a los compañeros. No es individualista e intenta transmitir sus experiencias. Se compromete en actividades de ayuda a los demás, no sólo cuando hay desastres, sino como una forma de vida, le sale de dentro y es feliz haciéndolo. Es la que prefiere sufrir la injusticia que cometerla, ya que al hacerlo, sabe que la corrompe, y porque evita dañar a los demás.

• La persona egoísta es la que hace sólo las cosas que le convienen a sus intereses. La persona individualista que no sabe trabajar en equipo, o si está en uno, hace lo mínimo o sólo lo suyo, y no apoya a los otros. No coopera con nada, ni cuando hay algún desastre. Y no le importa cometer abusos o injusticias con tal de conseguir sus metas.

• La persona despilfarradora no sigue un presupuesto, sino que gasta y derrocha caprichosamente. Hace su trabajo de manera dispersa, malgastando energías y tiempo. Desperdicia luz y agua y las usa sin necesidad. Se endeuda de más con cosas que no son tan necesarias o no valen mucho la pena.





3. Amistad: Es el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otras personas, que nace y se fortalece con el trato, y que se procura con fuerza. Se llama amistad a aquel amor que no se limita a una ocasión o momento, sino que es una inclinación permanente. La amistad se genera con base en la confianza, que es la esperanza firme y segura que se tiene de alguien. Y un amigo es una persona en quien se puede confiar.

Para saber más

X CERRAR Amistad:

Es el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otras personas, que nace y se fortalece con el trato y que se procura con fuerza. Desarrolla y arraiga la inclinación natural a la sociabilidad de cada uno y al amor a las personas que le rodean. Se llama amistad a aquel amor que no se limita a una ocasión o momento, sino que es una inclinación continuada y permanente.

La amistad se genera con base en la confianza, que es la esperanza firme y segura que se tiene de alguien, por lo que un amigo es una persona en quien se puede confiar.

De ahí la necesidad de fomentar la amistad entre las personas que viven juntas, para que haya confianza recíproca y puedan vivir con paz y seguridad. La amistad y la confianza se basan en hablar y actuar con la verdad, por eso daña tanto el decir mentiras o el engañar, pues lleva a perder la confianza y los males no se hacen esperar en la familia y en la vida, de ahí el refrán: “El dinero fácil por ingresos deshonestos es pan para hoy y hambre o muerte para mañana”. En cambio, se simplifican las relaciones sociales cuando hay confianza entre los que viven en la misma casa; o entre los trabajadores y sus jefes.

Para apoyarse mutuamente y salir mejor en todos los aspectos de la vida, es importante nutrir el vínculo afectivo de la amistad y la confianza, a base de vivir el principio de reciprocidad -del que ya se habló en el valor Respeto-, de ir demostrando con hechos que somos confiables a los ojos de los demás, porque respondemos a un acto de generosidad con un acto equivalente. Todo esto se genera gracias al autocontrol.

Esta misma confianza hace posible una relación de libertad. Con la confianza no es necesario controlar al otro ni seguir minuciosamente sus pasos para evitar que nos falle; confía, deja en libertad, renuncia a controlarlo todo, a poseer, a dominar. Al mismo tiempo, hace posible la sinceridad y la transparencia, porque cuando uno sabe que los demás confían en él y valoran la bondad básica de su ser, entonces sí se muestra tal cual es, sin ocultamientos. Alguien que sabe que siempre sospechan de él, que lo juzgan sin compasión, que no lo aman de manera incondicional, preferirá guardar sus secretos, esconder sus caídas y debilidades, fingir lo que no es. En cambio, en una familia donde reina una básica y cariñosa confianza, y donde siempre se vuelve a confiar a pesar de todo, permite que brote la verdadera identidad de sus miembros, y hace que espontáneamente se rechacen el engaño, la falsedad o la mentira, y se fomente el trato amable. Por es, todo ser humano está obligado a ser agradable con los que lo rodean. Cada día, entrar en la vida del otro, incluso cuando forma parte de nuestra vida pide la delicadeza de una actitud no invasora, que renueve la confianza y el respeto.

Hay dos antivalores de la amistad, por exceso está la complicidad, personas que piensan que son amigas porque participan en distintas acciones malas, pero eso no es amistad sino ser cómplices de algo. Y por defecto está la enemistad que es la aversión u odio entre dos o más personas.

Ponemos un ejemplo para que se entienda mejor:

1. El que practica la amistad siempre ayuda a sus amigos a mejorar, dedica tiempo y energía en buscarlos y conocerlos. Se interesa por sus cosas y aficiones. Evita dejar largos periodos sin tener algún contacto con ellos. Siempre que lo necesita, habla con las personas cercanas de sus cosas, y escucha con atención lo que otros le cuentan, alegrándose con lo bueno, sufriendo con lo que padece y echándoles una mano en lo que necesiten. Habla y actúa sinceramente, muestra así sus sentimientos y preocupaciones, haciendo suyos los de las amistades.

• Los que son cómplices, se pueden reunir y convivir mucho tiempo, pero más que para ayudarse a ser mejores, se unen con los demás para hacerse fuertes para hacer el mal, porque no lo harían estando solos, se juntan para planear como llevar a cabo una acción mala como: robar, molestar a los demás, hacer daño a distintos objetos; para acompañarse a emborracharse, drogarse, frecuentar lugares impropios, etc. Actúan según les convenga a ellos, y dejan a “sus amigos” o los traicionan fácilmente.

• La enemistad es cuando dos personas de la misma familia, vecinos, compañeros de trabajo, se pierden la confianza. La enemistad busca distanciar a esas personas, se retiran el habla por algún disgusto que tuvieron. Son personas que discuten y se reclaman constantemente; hacen a los demás lo que les molesta; se enojan por cualquier motivo. En ocasiones basta una sola acción para enemistarse, y es algo injusto pues se borran años de amistad y no se toma en cuenta tantas cosas buenas que hubo a lo largo de mucho tiempo. Aquí entra el perdón y la comprensión para saber mantener las amistades




4. Compasión: Una persona compasiva es aquella que tiene un sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien, sus sufrimientos o miserias, por lo que lo respeta, en primer lugar, no desprecia, sino que intenta solucionar esos males. No basta la asistencia material, ya que para eliminar la soledad y el dolor se necesita compasión, ternura, tiempo, y esto es más difícil de dar.

Para saber más

X CERRAR Compasión:

Una persona compasiva es aquella que tiene un sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien, sus sufrimientos o miserias, por lo que lo respeta, en primer lugar; no desprecia a otros, sino que intenta solucionar esos males. Para esto será importante el autocontrol, que ayuda a superar la flojera o la falta de ganas, o una posible molestia ante una situación desagradable.

Que su grito se vuelva el nuestro y juntos poder romper la barrera de la indiferencia que en el fondo esconde hipocresía y egoísmo. Redescubrir la solidaridad: llevar una palabra y un gesto de consolación a los pobres, anunciar la liberación a cuantos están prisioneros de las nuevas esclavitudes de la sociedad moderna, restituir la vista a quien no puede ver más porque se ha replegado sobre sí mismo, y volver a dar dignidad a cuantos han sido privados de ella. Compasión es también evitar reaccionar bruscamente ante las debilidades o errores de los demás, sin dejar de ayudarlos o corregirlos.

Muchas personas se compadecen de la pobreza, que no es sólo material, pues hay pobrezas peores como los no deseados, los no amados, los descuidados, los olvidados, los que están solos, que son más difíciles de solucionar. La pobreza material siempre se puede satisfacer con lo material. Si a un hambriento le das pan, sacias su hambre, pero una persona terriblemente sola, rechazada, descartada por la sociedad, la asistencia material no le ayudará mucho, ya que, para eliminar esa soledad, para eliminar ese terrible dolor necesita compasión, ternura, tiempo, y esto muy a menudo es más difícil de dar que las cosas materiales.

Parte de la compasión es la clemencia que lleva a una autoridad a mitigar la pena o el castigo que se merece un culpable, siempre y cuando sea pensando en lo que más le conviene al infractor, y no en evitar las molestias que puede traer consigo el aplicar la sanción.

Los antivalores de la compasión son la crueldad, aquél que se deleita en hacer sufrir o se complace en los padecimientos ajenos, una persona inhumana. Y el otro antivalor es la ayuda arrogante, aquél que ayuda a otros, pero da la ayuda humillando al que le pide, porque no lo hace con cariño; cuenta a todos lo que hace para quedar bien; se cree superior a los que ayuda.

Ponemos unos ejemplos para que se entienda mejor:

1. La persona compasiva, además de dar por la calle -un pan, unas monedas-, es la que se detiene para ver a los ojos de aquel que le pide, le da una sonrisa, le trata con cariño. Es la persona que no sólo llora cuando palpa las necesidades ajenas, sino que hace por remediarlas, y acude a los distintos centros de ayuda como hospicios, hospitales, asilos, apoyo a los migrantes, comedores, y ayuda en lo que puede, con tiempo o recursos. Es la que está pendiente de las necesidades de sus familiares más necesitados porque están enfermos, ancianos, o están pasando un momento duro.

• Las personas crueles son las que se burlan de los necesitados, los maltratan. Piensan que todos los que están necesitados son flojos o porque se lo merecen. Son las personas racistas que no soportan a los que no son como ellos. Son incapaces de dar una ayuda a alguien que les pide, ni personas cercanas a ellos y menos a los demás. Los que maltratan al cónyuge o a los hijos, o abandonan al que está necesitado.

• Las personas que hacen una ayuda arrogante son las que lo hacen con mucha publicidad, como es el caso de algunos Gobiernos o empresas. Las que dan su ayuda en la calle, pero de mala manera, solamente la da, o se la avienta, o sólo para que lo deje en paz. Ayuda a los demás, pero los mira con desprecio, con repulsa y no se mezcla o convive mucho con ellos.

2. La autoridad que es compasiva exige el cumplimiento del trabajo bien hecho, la puntualidad, el buen trato entre los compañeros, pero con buenos modos y es flexible en donde hay verdadera necesidad, como dejar ir a un colaborador al médico, etc. Para formar al infractor sabe dar el castigo justo y proporcionado al daño hecho, sin sobrepasarse. Un árbitro que amonesta antes de expulsar y saca la tarjeta cuando lo amerite la falta, aunque sea el jugador más popular.

• La autoridad cruel es la que exige de muy malos modos o maltratando a sus colaboradores. Busca castigar de manera exagerada para infundir miedo y lograr el control. Es inflexible en todo, aunque haya una causa grabe que lo amerite. Un árbitro que, ante la menor falta, saca tarjetas desproporcionadamente.

• La autoridad que da ayuda arrogante es la que promete mucho y da poco, o no lo prometido. Ayuda si queda bien ante los demás, y no ayuda si no lo ve nadie. Marca mucho la diferencia entre jefes y empleados, y se nota en las instalaciones que usan unos y otros. Un árbitro que deja las cosas sin castigar, que dará lugar a la indisciplina y a la agresión en el juego, porque no quiere quedar mal con la afición.




5. Cooperación: Es la acción de obrar juntamente con otros para la consecución de un fin común. Y esto se llama trabajo en equipo. Sumar talentos enriquece y beneficia a todos, reduciendo el esfuerzo, creando un ambiente de armonía, empatía, sinergia e impactando positivamente en los resultados. Con este trabajo se desarrollan o se recuperan vínculos y surge un nuevo tejido social local.

Para saber más

X CERRAR Cooperación

Es la acción de obrar juntamente con otros para la consecución de un fin común. Y esto se llama trabajo en equipo. Sumar talentos enriquece y beneficia a todos, reduciendo el esfuerzo, creando un ambiente de armonía, empatía, sinergia e impactando positivamente en los resultados, porque tres cabezas piensan mejor que una, y seis ojos ven más que dos, así, cada persona tiene distintas perspectivas, cuenta con información adicional, y aporta diferentes puntos de vista que enriquecen al grupo.

El trabajo realizado en equipo se hace más productivo. Con el trabajo en equipo se mejora la comunicación con los compañeros, siendo que en un equipo todos son importantes, siempre hay algo que aprender de los demás y se desarrolla más como persona. El compromiso de cada uno es fundamental para fortalecer al equipo. Para que exista un grupo, un equipo, una empresa con "alma", se necesita, antes, “personas con alma”, personas que independientemente de su puesto y sin importar el trabajo que desempeñen, comprendan, estén convencidos, sientan y vivan lo que es ser una persona con valores. La cooperación favorece el trabajo en equipo y, un buen trabajo en equipo, vale más que mil intentos desesperados por resolver un problema en solitario.

No todos están llamados a trabajar de manera directa en la política o en grandes proyectos, pero en el seno de la sociedad germina una innumerable variedad de asociaciones que intervienen a favor del bien común preservando el ambiente natural y urbano. Por ejemplo, se preocupan por un lugar común -un parque deportivo, una fuente, un monumento abandonado, un paisaje, una plaza-, para proteger, sanear, mejorar o embellecer algo que es de todos. Con este trabajo se desarrollan o se recuperan vínculos y surge un nuevo tejido social local. Así, una comunidad se libera de la indiferencia tan dañina. Esto incluye el cultivo de una identidad común, de una historia que se conserva y se transmite. De esa manera se cuida el mundo y la calidad de vida de todos, con un sentido solidario que es, al mismo tiempo, conciencia de habitar una casa común.

Algo que daña mucho la cooperación es la corrupción, esta llaga putrefacta de la sociedad mina desde sus fundamentos la vida personal y social. La corrupción impide mirar el futuro con esperanza porque con su prepotencia y avidez destruye los proyectos de los débiles y oprime a los más necesitados. Es un mal que se anida en gestos cotidianos para expandirse luego en escándalos públicos. Para erradicarla de la vida personal y social son necesarias prudencia, vigilancia, lealtad, transparencia, cooperación, unidas al coraje de la denuncia. Si no se la combate abiertamente, tarde o temprano busca cómplices y destruye la existencia. Todos hemos sufrido alguna vez la codicia de alguien más: los ladrones, los corruptos, los deshonestos, los mentirosos, los traicioneros… Detrás de todos sus actos podemos encontrar un motivo: la falta de autocontrol debido a la codicia y la pereza de trabajar por aquellos bienes que se consiguen con esfuerzo. Así, podemos ver cómo de la codicia nacen otros vicios: críticas, envidia, malos deseos, e incluso imprudencias que nos llevan a pasarla mal con todas aquellas personas que nos rodean. Bastaría suplir la codicia por la cooperación para hacer el mundo feliz y esto se logra con el autocontrol.

Si en la cooperación llegas a sentir que las personas abusan de ti, exprésales lo que te molesta, no lo hagas cuando ya estés molesto(a), hazlo en algún momento donde ambos estén tranquilos y, es muy importante, que lo hagas a solas. Antes de comprometerte a algo, di: "voy a revisar mi agenda y te confirmo", así tienes tiempo de pensar, checar la agenda y rechazar o aceptar el compromiso, sin alterar tus distintos roles y tu cooperación sea así más ordenada.

Los antivalores que van en contra de la cooperación son la apatía que es dejadez, indolencia, falta de vigor o energía para la cooperación, para el trabajo. Y por el otro extremo está la manipulación, que más que cooperar, se interviene con medios hábiles en la política, en los proyectos, con distorsión de la verdad o la justicia, al servicio de intereses particulares y no tanto de la comunidad.

Ponemos un ejemplo para que se entiendan mejor estos conceptos:

1. La persona que coopera se suma a un proyecto y está dispuesta a aportar lo mejor que puede en ideas, y luego en la realización. Sabe escuchar, entender lo que los demás opinan y enriquece con ideas para sumar, no tanto para criticar. Está dispuesto a complicarse la vida para ayudar a los demás, sabiendo que si no, la vida se encargará de complicársela a él. Evita lucirse y realmente quiere ayudar a los demás con su trabajo. No tiene favoritismos y habla siempre con la verdad, aunque muchas veces no le convenga a él personalmente.

• La persona apática no se mueve por nada, está pasiva, no coopera en ninguna acción, no tiene fuerza para realizar cosas, ya sea por temperamento, por pereza o por indolente. Se esconde para que no le toque hacer nada en su casa, escuela o trabajo. Suele complicarse la vida porque deja todo para después y luego no puede realizarlo, por lo que acaba usando a los demás, o sirviéndose de su trabajo.

• La persona manipuladora es de las que quieren sacar provecho propio del trabajo de los demás; que ven el trabajo en común un trampolín para subir en la política, o en la empresa. Sí cooperan, pero para su beneficio, y hacen como que están interesados en los problemas y hacen mucho ruido como si los arreglaran, hacen promesas, pero en el fondo ayudan poco.




Educar para la vida:

La solidaridad nos enseña que la salud también es compartida porque vivimos en el mismo mundo: la contaminación y la falta de higiene perjudica a los demás; el colocar la basura en su lugar y cuidar el agua, ayuda a todos. De ahí la trascendencia de aprender a vivir pensando también en los demás, en los problemas de todos: Juntos es mejor. La práctica del deporte que tanto ayuda a la salud, fomenta la solidaridad, misma que se ve reflejada en otros ámbitos de la vida.

En la familia, la solidaridad puede ir más allá de las acciones materiales, ya que podemos serlo también con nuestras actitudes; ten por seguro que estos pequeños detalles son los que van conformando la armonía en la familia, producto de la solidaridad entre sus integrantes y de la buena comunicación existente. Sin lugar a dudas cada miembro de la familia tiene la responsabilidad de ser solidario con sus padres y hermanos, contribuyendo a que en su hogar se viva un ambiente de paz y armonía; por ejemplo, en la mayoría de los casos los quehaceres del hogar recaen en la figura de la mamá, y es justamente ahí donde más se debe mostrar el interés y la ayuda solidaria para compartir las responsabilidades.

La solidaridad da sentido a tu vida, ya que no hay nada más trascendente que el poder salir de uno mismo para darse a los demás. Practica actos concretos de apoyo en el trabajo, en la escuela, con los vecinos, con personas necesitadas, ayudando a los demás, y verás el rico sabor de boca con el que te quedarás. Seguro agradecerías si te ayudan cuando lo requieres. En esta vida necesitas de los demás y los demás necesitan de ti: Juntos es mejor.

Es necesario educarnos en la solidaridad, esencial y necesaria para poder vivir en sociedad, reconociendo como fundamental darle mayor peso a este comportamiento de apoyo a los demás, sin descuidar a nuestra propia persona: imagínate qué horrible vivir en una casa o sociedad donde cada quien se preocupara solamente de lo suyo e ignorara a los demás. La solidaridad se convierte en un valor al transformarse en participación para un bien o fin común. Del mismo modo que se vive en el equipo, en el aula y la familia, la solidaridad es un reflejo del compromiso que se tiene por avanzar.

El aprender a trabajar en equipo es una habilidad necesaria en estos tiempos, tanto para triunfar en el deporte como para estudiar o resolver problemas, para realizar trabajos de colaboración, etc. Se llega más lejos cuando se logra la sinergia de varias personas solidarias que trabajando de manera individual. La solidaridad es un valor social, ya que necesitamos de los demás, así como ellos necesitan de cada uno, por eso es indispensable en cualquier área de nuestra vida el apoyo o ayuda que podemos brindarle a los demás, ya sea de palabra o con obras. La solidaridad es una expresión de amor a los demás y, por lo tanto, a uno mismo.